Es interesante porque cuenta la realidad sobre la educación en casa, en casos concretos.
La escolarización con tres añitos se le hizo a mi hijo insufrible y la crisis fue brutal, arrastrando a todos los miembros de la familia con él. A partir de ahí se inició por nuestra parte un largo proceso de búsqueda. Al final, viendo y sintiendo que si se continuaba en la educación oficial iba a acabar aborreciendo el proceso de aprendizaje tan sano, natural e inherente al ser humano, decidimos que la opción de la educación en casa se hacía mucho más respetuosa, empática, dulce y tierna con nuestros hijos, sobre todo en edades tan tempranas, y así nos decidimos a probar este otro camino.
Así fue como Hadrián, de ahora 7 años, abandonó la escolarización oficial y pasó a formar parte de los más de 4.000 niños que en España no asisten al colegio, sino que sus padres han optado para ellos por una educación en el hogar o en escuelas no regladas. Al igual que él, sus dos hermanas pequeñas, Lidia, de 5 años y Elisa, de 2, estudian en su casa con la ayuda de sus padres.
El homeschooling o educación en casa nació en Estados Unidos en los años setenta. Esta tendencia significa asumir de forma integral la educación de los hijos, tanto en los aspectos de adquisición de conocimientos y habilidades, como en la transmisión de valores y principios, sin delegar ninguna de estas funciones en instituciones educativas.
A principios de los años 90, solo 40 familias en España habían optado por esta alternativa para enseñar a sus hijos. Sin embargo, en las últimas dos décadas este movimiento ha crecido considerablemente, gracias también en parte a la creación de agrupaciones como la Asociación para la Libre Educación (ALE). ALE es el principal referente en España del homeschooling y agrupa a familias e individuos que creen que la educación en el hogar es una opción responsable y adecuada para sus hijos y que buscan conseguir en España la misma legalidad que goza este tipo de enseñanza en otros países como Estados Unidos, Canadá, Francia…
¿Es legal en España?
En nuestro país no está regulado pero hay sentencias que pueden ayudar a crear un marco legal apropiado. En la Constitución española, en su artículo 27.4, se dice que: “la enseñanza básica es obligatoria y gratuita”. Lo cual deja en un limbo legal a quienes plantean la posibilidad de educar a sus hijos al margen de la escuela, ya que generalmente se tiende a pensar que se trata de una práctica ilegal.
Algunas familias han sido denunciadas ante los departamentos de bienestar social por no escolarizar en centro educativo a sus hijos. Se consideró, en estos casos, la no escolarización como un indicio de malos tratos o abandono. Muy pocas de estas denuncias han llegado a los tribunales. La mayoría de los jueces desestiman el caso al comprobar que no existe tal abandono de las obligaciones, si no más bien un mayor celo del habitual. En la mayoría de los juicios habidos, la sentencia ha sido favorable a las familias. En el peor de los casos, se ha "condenado" a los padres a escolarizar en centro educativo. Atentaría al sentido común que se retirase al custodia de los hijos habiéndose comprobado que no existe la presunta desatención. Tal cosa no ha ocurrido nunca. Sin embargo, al sentirse tan acosados, algunos padres han desistido en la intención de educar a sus hijos en casa en algún momento del duro proceso.
Las familias asociadas en ALE entienden, como muchas otras que no escolarizan a sus hijos, que “la Constitución ampara la libertad de las familias a elegir la manera que consideren mejor para educar a sus hijos. Y también, que existe una falta de regulación o legislación al respecto de la educación en el hogar que dificulta la obtención de certificados académicos y la eventual incorporación de nuestros hijos al sistema de enseñanza presencial, no en función de una falta de formación, sino porque no se contempla que puedan existir formas alternativas de adquirirla”.
¿Por qué elegir esta opción?
Laura es madre de un niño de 4 años y medio. Para ella, elegir esta opción fue una consecuencia directa (como en la mayoría de los casos) de una mala experiencia al empezar su pequeño la escolarización. “Cuando nació el niño, preocupada por el bajo nivel académico español, me informé sobre los recursos que utilizaban los homeschoolings americanos y encontré algunas cosas muy interesantes. Empecé a aplicarlo al margen del colegio. El niño fue a la guardería a partir de los 11 meses y lo saqué al inicio de la escuela infantil, en Preescolar 3, a los 3 años y medio de edad. Lo saqué porque entonces ya sabía que sí se podía hacer aquí y porque tuvimos varios problemas con la maestra. Resumiendo mucho: a los dos años, un niño de 5 le hacía bullying; además, su nivel era muy superior al del resto de niños y la maestra nunca supo adaptarse a eso; por último, en P3 se le escapó varias veces (cuando es un niño que nunca se le ha escapado a nadie)”.
Al igual que Laura y Marta (la madre de Hadrián, Lidia y Elisa), muchas familias optan por la educación en casa por diversos motivos. Algunas esgrimen razones religiosas o ideológicas, otras consideran esta alternativa la más adecuada para la adquisición de conocimientos y habilidades para sus hijos e hijas. En cualquier caso, los tutores legales de estos niños y niñas, eligen esta opción porque creen que pueden ofrecer una educación mejor si no la delegan a las instituciones escolares.
“El sistema educativo –añade Laura- no permite la diferencia, no tiene en cuenta la individualidad de cada niño. Por tanto, no se respeta su tiempo, sus ritmos, sus intereses, sus aptitudes ni sus pasiones. El estado no debería tratar de imponer un curriculum igual para todos. A muchísima gente no le ha servido de nada en la vida saber hacer una raíz cuadrada o analizar una frase. La mayoría, de hecho, lo hemos olvidado. Si hubiera alguna catástrofe natural y tuviéramos que volver a vivir como en la edad de piedra, ¿nos salvaríamos? Desde luego, las habilidades que nos ayudarían a sobrevivir no serían las que aprendimos en el cole”.
Para Marta, “en la educación estatal los problemas son múltiples, no solo a nivel académico, sino también a nivel formal. Es un sistema directivo, donde la iniciativa curricular de los alumnos no existe, por lo que no existe posibilidad de satisfacer un mínimo de ritmos propios, ni de curiosidades naturales. Alumnos exclusivamente de la misma edad, van en grupos de ratios demenciales (25 niños en un aula es una locura), cinco o más horas al día, para que un profesor les diga lo que tienen que aprender, todos lo mismo, al mismo tiempo, estén o no preparados para ello, les interese o no, les guste o no. Las asignaturas son compartimentos estancos, cuando la vida y la realidad no lo es. La curiosidad natural se calla con un “eso no toca hasta el trimestre que viene”, y el que no es capaz de seguir el ritmo marcado, es excluido en clases de apoyo, en el mejor de los casos.
Se empieza con la presión en lectoescritura (a los 4-5 años, una aberración), en hábitos de pasividad (estar sentados, callados, ir en filas), de uniformidad (todos iguales, mandilones del mismo color, no seas diferente), cuando no se le ha dejado al niño ni siquiera disfrutar de años de creatividad libre, contacto con la naturaleza ni el más mínimo aprendizaje por experimentación, ni tampoco se le deja asimilar el concepto de la diferencia”.
El día a día de la educación en casa
Cada caso es un mundo y cada familia también. Las hay que no tienen horario ni sistema y dejan que los hijos aprendan a través de la experiencia, otros prefieren montar su escuela en casa, hay quien se pasa la vida en museos, otros recurren a tutores…
Laura y su peque son unschoolers, “lo cual no significa que no hagamos nada –aclara-, sino todo lo contrario. Nuestra clase es el mundo entero, y no dividimos el conocimiento en asignaturas. Esto va más allá de lo académico y creo que tiene mucho que ver con un estilo determinado de crianza: el attachment parenting. Considero fundamental que los niños se autorregulen, por eso en casa no hay horarios de comida ni sueño, por ejemplo.
Aunque mucha gente no lo crea, es posible que un niño estudie, por ejemplo, matemáticas porque le gusta sin que nadie le obligue. La función del padre que educa en casa es la de hacerle ver todas las posibilidades que el mundo le ofrece. El niño no va a decirte que no le gustan las mates si no sabe que existen las mates. En cambio, si sabe que existen y, además, sabe que tienen una utilidad, él mismo va a querer aprenderlas. La automotivación es fundamental para que la educación en casa funcione.
No seguimos ningún programa ni tengo intención de hacerlo. Al currículo oficial no le encuentro el sentido. Conozco personalmente a un niño de doce años que no sabe analizar una frase, pero que ve un agujero en el suelo y puede decir exactamente qué animal lo ha hecho.
Obviamente, si algún día quiere reincorporarse al sistema, tendrá que ponerse al día en el programa oficial. Tampoco es que eso me suponga algún tipo de conflicto interno ni nada parecido. Mientras yo pueda hacerme cargo y él no quiera ir, no irá. Porque, aparte de la opinión de los padres, no debemos olvidar la opinión de los niños. El mío tiene clarísimo que no le interesa ir al cole "porque me gusta pintar lo que yo quiero cuando quiero y leer lo que quiero cuando quiero" (palabras textuales). Pregunta a los niños que conoces si quieren ir al cole o no… ¡es sorprendente la cantidad de niños que responde que no!”.
“Nosotros –explica a su vez Marta- asumimos integralmente el acompañamiento a los procesos de aprendizaje de nuestros hijos. Para cubrir algunos de los aspectos legales de la cuestión y tener el apoyo de una comunidad (virtual) donde hay más familias con similares inquietudes, hemos matriculado a nuestro hijo mayor en Epysteme, una asociación que mantiene un convenio con una escuela norteamericana, donde la educación en casa está regulada y es perfectamente legal. Esta escuela tiene varios programas, y nosotros hemos elegido el programa libre, donde solo entregamos dos proyectos obligatorios al año, y el informe final realizado por nosotros sobre lo trabajado en todo el año.
En cuanto al día a día, el nuestro se articula para ofrecer un espacio donde los niños se puedan encontrar a gusto, respetando ritmos, priorizando sus intereses y ofreciendo pero sin forzar. Carece de horarios fijos, los niños se levantan cuando quieren, habitualmente desayunamos tranquilamente, charlamos un rato, y antes de que se vayan a jugar libremente otro rato, decidimos entre todos qué haremos por la mañana. Esto, según el día que esté (climatológicamente hablando), puede ser alguna actividad en casa (lectura, juego con números, algún proyecto en el que estemos trabajando) o puede ser alguna actividad fuera de casa (ir a la biblioteca, quedar con una familia inglesa amiga nuestra, bajar a la playa un rato, etc.).
Por la tarde, habitualmente, acuden a actividades fuera de casa. Este año aún no las hemos decidido, pero el año pasado, Hadrián entrenaba en un equipo de fútbol local, acudía una vez a la semana a la Escuela Municipal de Música y a una hora de inglés con una amiga de la familia. Lidia ensayaba en la Escuela Municipal de Teatro y acudía con Hadri a inglés. El resto del tiempo, juegan en los parques y playas.
Además de esta rutina, siempre solemos ir a cuentacuentos de las bibliotecas, títeres, teatro infantil, a ver algún deporte o alguna actividad o taller que les pueda atraer. Los días de la semana no son tan rígidos, ya que por ejemplo podemos no hacer nada un lunes y trabajar mucho un domingo…”.
Una opción controvertida
“Estoy completamente satisfecha con la decisión tomada y no la cambiaría por nada del mundo –añade Laura. Pero no me atrevería a recomendarla porque es algo muy personal. Es una opción claramente minoritaria y no todo el mundo está dispuesto a nadar contra la corriente. Hay que estar preparado no sólo para educar a los hijos sino también para lidiar con preguntas y comentarios de gente no siempre bien intencionada. Ahora bien, si alguien está dispuesto a ello, le diría que ni lo dude por un momento. Yo vi cambios en el niño en solo dos semanas de haberlo sacado del colegio. Estaba más despierto, más observador, más relajado; son niños que tienen muy claro lo que les gusta y lo que no, lo que les interesa y lo que no, y saben relacionarse con gente de todo tipo y de toda edad. Aunque no es fácil, porque a veces te sientes sola o incomprendida y constantemente juzgada, yo sólo le veo ventajas. Me basta con mirar a mi hijo y ver su felicidad, su seguridad en sí mismo y ver lo que se ha fortalecido el vínculo entre nosotros”.
Laura no anda descaminada con la opinión general que se tiene sobre la educación en casa. Según una encuesta realizada por la web www.todopapas.com, un 69,5% de los encuestados consideran que se priva a los niños de la socialización; un 9,3% cree que los niños tendrán carencias en su aprendizaje; un 7,9% piensa que si al enseñanza es obligatoria por algo será; un 9,3% opina que es una opción válida frente a una educación pública masificada; y solo un 4,2% afirma que es la mejor, ya que es el niño quien descubre sus potencialidades.
Sin embargo, ni Marta ni Laura están de acuerdo con las opiniones contrarias al respecto. “Sus amigos –explica Marta- están por todas partes, en la propia familia, en el vecindario, en las actividades que hacen, en los hijos de los amigos, etc. Y no me consta que hayan tenido ningún problema por eso. Al revés, suelen estar “muy solicitados” para jugar. Educar en casa y prescindir de ese servicio que nos ofrece el estado, para asumir nosotros esa tarea, no significa aislarnos del mundo; de hecho, incluso pueden llegar a estar más aislados esos pequeños de tres, cuatro, cinco años a los que se les deja en el centro escolar a las ocho de la mañana con el desayuno escolar, y se le recoge a las seis y cuarto de la tarde, con la última actividad extraescolar…”.
“A toda esa gente (que sé que es mucha) –termina Laura- que piensa: "yo lo haría, pero no puedo porque no estoy capacitada, porque no tengo dinero, porque nadie me apoyaría, porque soy madre soltera, etc.", le digo: nadie está más capacitado para educar a un niño que sus propios padres. No te preocupes por la Física y la Química, ya encontrarás a alguien que se lo enseñe, no necesitas más dinero del que tienes, no necesitas montar una biblioteca y un laboratorio en casa; si quieres hacerlo, hazlo, te sorprenderá cuánta gente te comprende y te apoya. Yo soy madre soltera y educo en casa”.
FUENTE: Asociación para la Libre Educación (ALE), www.educacionlibre.org.
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